jueves, 17 de mayo de 2018

PELILLOS A LA MAR



Esta es la historia de una joven logopeda en paro, que con toda su ilusión y alegría viajo a Roma  en busca de un  trabajo y darle un vuelco a su vida.

Nuestra amiga Susana, hizo las maletas y cogió un avión desde Vitoria hasta Roma. Llegó muy contenta cantando y haciendo rimas sin parar, a pesar de las miradas de los viandantes, porque sabía que en esta ciudad las cosas le iban a salir bien.

Lo primero que hizo fue buscar un lugar donde hospedarse durante unos días. No se lo pensó dos veces y entró en el primer hotel que vio.

En la recepción  le atendió un joven muy amable llamado Mateo,  veinteañero, estatura alta, ojos azules, aspecto agradable y muy simpático para todos los clientes del hotel, excepto para Susana. La primera impresión de esta nada más entrar  en  el hotel  fue que el joven chico le parecía un zángano total, porque en vez de atenderla, según ella llegó, se estaba dedicando a jugar con el móvil y mirar cosas en el ordenador del trabajo.

Susana estaba hambrienta después de las horas de viaje sin comer, y lo primero que hizo fue ir a un restaurante que estaba cercano al Coliseo Romano y junto a un aparcamiento. El restaurante tenía muy  buena pinta, era grande y con muchas sillas para los clientes y la carta le pareció muy interesante  debido a su variedad. Entre ellas, estaba un plato de codorniz asada, su plato favorito que le recordó a un bar de Vitoria al que suele acudir a menudo con sus amigas. Pero cuando el camarero se acercó se quedó de piedra.  Lo que veían sus ojos no podía ser verdad, era Mateo el chico vago e irresponsable del hotel, que hace unas escasas horas había tenido un momento desagradable en el hotel. Pensó  que si actuaba de igual manera en el restaurante como en la recepción del hotel seria ella misma la que tendría que cazar y cocinar el animal para poder comer, y se puso en plan pesimista.









El no la reconoció, ya que por el hotel y el restaurante pasa mucha gente a diario y a pesar de la pequeña pelea  Mateo no se acordaba de nada porque a él los conflictos no le gustaban.

Pero en esta ocasión el chico fue muy amable y atento con Susana, quedándose nuestra amiga muy satisfecha con la comida. Cuando llegó la hora de pagar la cuenta Susana sacó el dinero de su cartera y pagó la cuenta a Tomás, como él le había atendido muy bien le dio unos euros de propina. Justo cuando Susana se iba a ir del bar, él la reconoció y supo que era la chica del hotel con la que había tenido una importante discusión. Se acercó a ella antes de que saliese por la puerta y le pidió disculpas por su comportamiento. La logopeda no sabía dónde meterse, la situación le estaba superando, pero Mateo le dijo que no se preocupara por nada, y que por favor le disculpase, porque esa misma mañana había tenido una discusión con su jefe y había pagado los platos rotos con ella. Susana le dijo que no pasaba nada y que pelillos a la mar, y que si necesitaba ayuda no tendría ningún reparo en serle útil.

Susana se quedó totalmente sorprendida del comportamiento del chico, y le dijo que si que necesitaba un poco de ayuda y si a él no le molestaba, iba a necesitar un sito en donde vivir y dormir en Roma durante unos meses. También le preguntó si conocía algún lugar barato donde vivir.

“Por eso no te preocupes, puedes alojarte en mi piso, que está situado cerca del desguace de la ciudad. Perteneció a un cartógrafo amigo suyo que se tuvo que ir de Roma por trabajo, pero te aviso que está como una madriguera de revuelta y sucia”, le avisó Mateo.

Finalmente Susana aceptó vivir con el recepcionista del hotel, que a primera vista le pareció un vago y pasado el tiempo se hicieron amigos y le cogió cariño. Al fin y al cabo, fue Mateo quien le acogió en una ciudad desconocida y así pudo encontrar trabajo, amistad y ganarse la vida.

 

 

 

 

 

 

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