martes, 24 de julio de 2018

EL ASTRONAUTA OPTIMISTA

Esta es la historia de  Pedro, un   astronauta que nunca tira la toalla a pesar de su edad, y que no le importa eso que dicen los demás de que “de los cincuenta para arriba no te mojes la barriga”. Él quería hacer viajes al espacio, descubrir planetas nuevos,  especies nuevas y ganar el Nobel de ciencia algún año gracias a un gran descubrimiento.

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Nuestro protagonista lleva trabajando en el centro espacial de la NASA en Houston  ya diez años. Consiguió su  puesto gracias a una recomendación de un amigo suyo. El amigo informó a la NASA acerca de Pedro, diciendo que tenía mucho talento y muchos  conocimientos respecto a una forma  de vida nueva  que se estaba desarrollando en la luna debido al cambio climático.

Los colaboradores de la agencia espacial, después de estudiar los informes que le había mandado su amigo Javier, y ver que podrían ser interesantes, se reunieron con él en la NASA.

Pedro llevaba todos los documentos en un Pen drive, en el cual estaban todas sus investigaciones.

Los astronautas pensaron que Pedro era otro de los muchos chalados que iban y enseñaban videos e imágenes de extraterrestres y Ovnis. Sin embargo,  tuvieron que reconocer su mérito y que el que calla otorga. Pedro tenía razón y sabía muchas cosas sobre el planeta exterior.

Pedro preguntó si le podrían financiar un viaje a la luna para corroborar sus creencias, pero la NASA no dio su visto bueno ya que eso era un proyecto muy caro y ahora todas las inversiones se estaban realizando para viajar a Marte (en el año 2030). Aun así, Pedro no se rindió y dijo que lo de Marte estaba muy bien, pero si lo suyo tenía éxito la agencia tendría mucha publicidad y fama y por lo tanto, tendrían más dinero para otras misiones.

“Pues si eso es lo que quieres, no te preocupes, en un par de meses te prepararemos una misión tripulada a la luna, y veremos quién ríe el último”, le dijo el astronauta más veterano.



Tras duros entrenamientos para aguantar la atmosfera espacial en los más sofisticados gimnasios de la nasa, por fin llego el gran día. Nuestro astronauta estaba muy nervioso, pero a la vez ilusionado por demostrar que sus investigaciones eran correctas.

La nave espacial partió hacia la luna a primera hora de la mañana y despegó sin ningún problema. El viaje duro aproximadamente cuatro días, durante los cuales Pedro estuvo estudiando sus apuntes para no perder ni un segundo al aterrizar.  

En la NASA le habían dicho que tenía víveres y oxigeno suficiente para dos meses y si no encontraba nada al finalizar ese periodo tendría que volver a la tierra.

Los primeros días los dedico a preparar su base, done realizaría sus estudios y fotografías.

Luego se dedicó a preparar un sito que fuese apropiado para vivir, y una vez terminado, ya estaba listo para empezar a buscar a su criatura misteriosa. Todo esto le costó medio mes, pero finalmente ya estaba preparado para ver si lo observado por sus microscopios de alta definición cuando estaba en tierra, era vida animal.

Los primeros días salía a primera hora del día en busca del ser que creía que habitaba en la luna, pero por mucho que buscaba y muchos paseos que se daba, no encontraba  nada. Hasta que un día, al pasar por un lugar que había visto miles de veces, descubrió algo nuevo: un océano de agua en la luna. En el momento pensó que estaba viendo alucinaciones como ocurre en el desierto, y que no era posible que hubiese agua en la luna. Pero cuando se acercó a ver si en verdad era agua o no, se quedó todavía más petrificado: sus sospechas se hicieron realidad. Se aproximó para verlo de cerca, y era un animal de carne y hueso, un mapache en la luna. Al instante, estalló de alegría. No pudo mantener sus llantos de emoción.

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Lo siguió sigilosamente hasta una especie de cueva donde posiblemente viviría el animal, entró con cautela, y cuando vio lo que había allí alucinó: en su interior habitaba toda una tribu de mapaches que no se percataron de la presencia del humano. Inmediatamente, hizo unas fotos con un dispositivo que la habían dejado y volvió a la capsula espacial para enviárselas a sus compañeros en Houston. Al momento, recibió una contestación sorprendente: los astronautas activaron un dispositivo de visión termal y encontraron el animal junto con más componentes de su tribu. Como tenía unos días más de  margen para volver a tierra, le mandaron hacer una recopilación de fotos de los integrantes de la tribu, y explorar el océano que había en la luna.  Pedro dijo que lo haría encantado. Tras concluir todo, Pedro inició los preparativos del viaje de vuelta, y en dos meses ya estaba de vuelta en la NASA. Llevaba debajo del brazo la afirmación de que su expedición había sido un éxito y que todo lo que había descubierto en la luna era verdad. Esta historia finaliza con el astronauta muy contento por el reconocimiento de sus compañeros, que desde ese día ya no le mirarían con los mismos ojos que antes. Y con un aumento del sueldo bien merecido.
AUTOR:Fernando Tolivar

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