Juan y Jesús para celebrar el éxito del negocio que tenían entre manos, decidieron ir a comer al mejor restaurante de Gernika.
Degustaron un gran reserva del noventa y ocho, con un buen chuletón y pimientos de la tierra.
Después de los postres, pidieron una botella de Moët-Chandon, con un par de Montecristos para saborear su victoria.
- Brindemos por la nueva urbanización “Árbol de Gernika”, que nos aportará muchos frutos, y m
uy ricos, en forma de sabroso dinerito.
- ¡Este va a ser el pelotazo final de nuestras carreras! –sentenció Jesús.
- No vendamos la piel del oso antes de cazarlo, y vayamos a recoger nuestra maleta...
Apuraron sus últimos tragos y pagaron la cuenta.
Al salir a la calle, nerviosos por recoger su dinero, se dirigieron sin dar rodeos a la estación del tren. Al llegar y abrir la taquilla, se encontraron una maleta irrompible y cerrada con llave. Al intentar abrirla y no conseguirlo, cogieron un enfado monumental, dando golpes a las taquillas y a las paredes.
En uno de esos golpes, cayó un papel que decía:
- Si queréis la llave, la dejaremos en esta misma taquilla después de haber visto a Esti sana y salva.
Después de leer la carta se quedaron unos minutos mirándose y reflexionando, sin saber que hacer, hasta que Juan dijo:
- Esta noche la liberamos y con un poco de suerte tendremos el dinero.
Degustaron un gran reserva del noventa y ocho, con un buen chuletón y pimientos de la tierra.
Después de los postres, pidieron una botella de Moët-Chandon, con un par de Montecristos para saborear su victoria.
- Brindemos por la nueva urbanización “Árbol de Gernika”, que nos aportará muchos frutos, y m

- ¡Este va a ser el pelotazo final de nuestras carreras! –sentenció Jesús.
- No vendamos la piel del oso antes de cazarlo, y vayamos a recoger nuestra maleta...
Apuraron sus últimos tragos y pagaron la cuenta.
Al salir a la calle, nerviosos por recoger su dinero, se dirigieron sin dar rodeos a la estación del tren. Al llegar y abrir la taquilla, se encontraron una maleta irrompible y cerrada con llave. Al intentar abrirla y no conseguirlo, cogieron un enfado monumental, dando golpes a las taquillas y a las paredes.
En uno de esos golpes, cayó un papel que decía:
- Si queréis la llave, la dejaremos en esta misma taquilla después de haber visto a Esti sana y salva.
Después de leer la carta se quedaron unos minutos mirándose y reflexionando, sin saber que hacer, hasta que Juan dijo:
- Esta noche la liberamos y con un poco de suerte tendremos el dinero.
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