Esta es la típica historia del sabiondo de la clase que todos los
compañeros se reían de él en el colegio y se metían con él, no tienen asertividad con él.
Se
llama Javi, tiene diecisiete años y está en segundo de bachiller, vive en
Burgos y su asignatura favorita es historia y en concreto el periodo paleolítico, lo que más le asombra son
las pinturas que hacían los hombres y las armas que fabricaban.
A
pesar de todo nuestro protagonista tiene
más moral que el Alcoyano y no se da por vencido y está dispuesto a cambiar
su situación en clase, y ganarse el respeto de sus compañeros y no se dará por
vencido.
Tras
meses y noches sin dormir, Javi creyó encontrar una solución, en Burgos se
encuentra el museo de La Evolución Humana y su colegio realizaría una excursión.
Aprovechando sus conocimientos de esa época demostraría a todos sus compañeros
que no es tan chungo como piensan, y que pueden ser amigos suyos y cambiar su opinión
y dejarles a todos con la boca abierta.
Al
entrar al museo, pasaron por una sala con imágenes de hombres del paleolítico y
unas cuevas pintadas, sin previo aviso, se pusieron a dar unas explicaciones de
cómo vivían.
Explicó
el significado de cada una de las
imágenes, contó que se veían dibujos de animales como ñus, mamut y más animales. Las
pinturas eran para pedir ayuda a sus dioses a la hora de la caza, y señaló a
los hombres que estaban en la orilla del rio camuflados y de qué manera
esperaban al acecho. Sus compañeros se
quedaron con la boca abierta, pero esto no fue todo, también explicó que los
hombres del paleolítico no desaprovechaban nada de lo que cazaban, que los
dientes de sus presas los utilizaban para hacer adornos y las pieles para
fabricar ropas.
Sus compañeros, tras escuchar todo esto y al
ver todo lo que sabía cambiaron la opinión que tenían de él, un friki empollón y tonto, y desde ese día empezaron a tratarle de tú a tú como un
compañero más.
Cuando
entró por la puerta de su casa, y sus padres le vieron venir con una cara
sonriente y de alegría, se sorprendieron. Javi, sin darles tiempo a preguntar
nada les contó lo que había ocurrido en la visita al museo y los tres
estallaron de alegría y su madre le dijo que ella ya sabía que esta situación
no iba a durar toda la vida, ya que no
hay mal que cien años dure.
AUTOR:FernandoTolivar
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