domingo, 18 de abril de 2010

CAPITULO V (2ª parte)

Suena el timbre de la casa y Nati acude al instante a ver quién es. Al abrir comprueba que es su vecino Roberto. Es un hombre de cuarenta años que vive solo y vive de vender la fruta y verduras que el mismo cultiva en la huerta de su casa. Es un hombre solitario e introvertido.

- ¡Hombre Roberto! ¿Qué tal te va la vida?
- No me puedo quejar de cómo me van las cosas y a ti Nati... ¿qué tal te va?
- Ya ves que me he decidido a arreglar la casa, al principio no estaba muy convencida, porque no tengo mucho dinero, mis hijos no estaban de acuerdo y hay mucha gente interesada en comprarme la casa... porque debe tener unos terrenos muy valiosos...
- A mi también me vino un hombre de negocios muy elegante, ofreciéndome mucho dinero por mi casa pero no estoy dispuesto a vender porque me gusta mucho mi casa y no la vendería ni por todo el oro del mundo.

- Y... ¿en que te puedo ayudar?
- Eh, eh... quería un poco de sal.
- Ahora mismo te traigo.

Al irse Nati hacia la cocina Roberto observa a Sabrina con una mirada picaruela, sin que ella se de cuenta.
- Aquí tienes tu sal vecinito.
- ¡Muchas gracias! ya te regalaré alguna verdura de mi huerta...

Al irse Roberto de la casa, Sabrina le pregunta a Nati a ver quién era ese individuo al que anteriormente había visto con unos catalejos en el tejado. Nati le dijo que no le diera mucha importancia a lo sucedido, ya que es un hombre solitario y un poquito especial pero inofensivo.

Mientras estaban hablando se escuchó un ruido muy fuerte que resonó en toda la casa. El ruido procedía de la primera planta y se dirigieron todos al instante a ver que había sucedido. Al llegar a la habitación se dieron cuenta de que el armario se había caído, cosa muy rara teniendo en cuenta que no había nadie trabajando en esa habitación. Reflexionó sobre lo ocurrido y no lograron entenderlo por muchas vueltas que le dieron. Mientras charlaban Nati les avisó de que la cena ya estaba lista.

Después de cenar cada uno fue a la cama que tenían asignada, esperando que el día siguiente fuese más normal, sin tantos incidentes raros.

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