domingo, 23 de mayo de 2010

CAPITULO VIII (3ª parte)

Tras unos minutos de llantos y lloriqueos Nati encuentra la mejor solución para conseguir el dinero.
Nati se suelta de Miguel y le dice que cree que ya ha encontrado la solución para poder pagar el rescate.

- ¿Por qué no aceptamos la oferta del amigo de Juan? – preguntó Nati.
- Pero si tú tenias mucha ilusión por arreglar la casa, no nos podemos rendir tan pronto... seguro que encontramos alguna solución y todo termina bien. –Contestó Miguel.
- Que más quisiera yo pero la vida no es así de fácil. A veces hay que tomar decisiones difíciles para conseguir lo que queremos.
- Pues podemos llamar a sus padres a ver si tienen cien mil euros. – Propusó Iker.
- ¿Pero que te piensas? ¿Qué son ricos? – le preguntó irónica Sabrina.
- ¿Además no habéis dicho que su padre es policía?... – les preguntó Nati - Entonces no hay más opciones que vender la casa.
- Un momento que esto que esta pasando no es muy normal. – Reflexionó Miguel – Madre, ¿no te parece mucha coincidencia la aparición de Juan después de años sin dignarse a dar señales de vida diciendo que vendas?… y todo ello tres días después de que apareciese su amiguillo haciéndote la oferta.
- ¿Qué quieres decir? ¿Qué tu hermano esta detrás del secuestro? – Preguntó incrédula Nati.
- Yo solo digo que esto es muy raro. A Pablo casi le cae una teja, Esti vio pisadas en la pared, a Sabrina le pareció ver que le espiaban, caen cosas, aparecen ratas gigantes y se incendian armarios por arte de magia…

Pablo al escuchar eso le dio la razón a Miguel.

- Parece que nos están fastidiando para que no podamos arreglar la casa…

Se quedaron en silencio pensativos hasta que Miguel sale a toda prisa hacia la habitación de Esti repitiéndose en voz baja: ya se donde está.

Todos le siguieron intrigados por lo que pretendía hacer Miguel.
Al llegar a la habitación de Esti, que casualmente fue dónde se quemó el armario, empezó a investigar tocando las paredes del armario a ver si encontraba algún indicio de alguna puerta o pasadizo.

- ¿Qué pasa Miguel? Nos estas poniendo nerviosos… - preguntó Sabrina.
- Me he acordado de que había un pasadizo, cuando era pequeño jugaba en él con mis hermanos… pero no recuerdo por dónde...

De repente Miguel observo una pequeña mirilla en el fondo del armario que le pareció sospechosa, y al golpear suavemente comprobó que sonaba hueco. Entonces golpeó el fondo del armario y al abrirse quedo al descubierto un pasadizo secreto.

- Esto es lo que estaba buscado yo, ¡ja, ja!
- ¿Qué es esto?
- Tendremos que averiguarlo si queremos saber lo que nos espera hay abajo.
- Pues no perdamos tiempo, acudamos al instante.

Entraron todos ansiosos e impacientes por descubrir dónde podría estar escondida su amiga.
Nati al ver lo complicado que podría ser para ella entrar en el pasadizo decidió permanecer fuera esperando.
Una vez dentro del pasadizo, empezaron a bajar uno tras otro, guiados por Miguel.

Cada vez que iban descendiendo más la luz se iba reduciendo, motivo por el cual decidieron buscar una linterna o alguna cosa que les pudiera dar luz.
Pablo saco su móvil y se lo pasó a Miguel para que lo utilizara a modo de linterna.

Después de bajar dos pisos por escalera oxidada y vieja llegaron ante una puerta cerrada por fuera con un pestíllo.
Miguel con el corazón en un puño retiro el pestíllo para así poder abrir la puerta, descubriendo a Esti maniatada y amordazada.

Pablo acudió al instante a soltarla y comprobar en que condiciones estaba.
Al retirarle la mordaza Esti dijo:
- Gracias a Dios que habéis aparecido, no sé lo que habría sido de mí de no aparecer vosotros...
- ¿Qué tal te encuentras?... ¿has pasado mucho miedo? ¿se han portado bien contigo? – le preguntaba Sabrina nerviosa.
- No la acribilles a preguntas, déjala respirar un momento que todavía estará con el shock…
- No os preocupéis ya se me ha pasado el susto y estoy un poco mas tranquila, pero por favor sacarme pronto de aquí no vaya a ser que aparezcan de nuevo. – Explicó Esti ahora más calmada.
- ¿Quiénes te han hecho esto? ¿Les has podido ver? – le preguntó Miguel.
- No. Me taparon los ojos y no les he podido ver, pero alguna de las voces me sonaba un poco...
- ¿Cuántos eran? ¿Venían mucho a verte?
- Creo que dos hombres de más o menos unos cuarenta años.
- Bueno son las cuatro de la tarde. Hasta la hora que suelen venir tenemos tiempo de pensar qué podemos prepararles… - decía Miguel mientras ayudaba a Esti a salir del armario.

No hay comentarios: