La historia surge a raíz de un ejercicio que consiste en utilizar las palabras marcadas para crear una historia (marcadas en negro). Espero que lo disfrutéis:
Esta es la historia de Juan, el vástago de gran familia residente en Madrid. Es un chico joven de treinta años, que está en el paro y con una hipoteca muy elevada que ya no puede pagar. Pero también es un chico muy positivo y cree que algún día su perseverancia le recompensará y de algún modo le sonará la flauta. Piensa, que el destino de su vida dará un giro que quizás vuelva a encauzar su vida y no vuelva a tener que sufrir más penurias.
Esta es la historia de Juan, el vástago de gran familia residente en Madrid. Es un chico joven de treinta años, que está en el paro y con una hipoteca muy elevada que ya no puede pagar. Pero también es un chico muy positivo y cree que algún día su perseverancia le recompensará y de algún modo le sonará la flauta. Piensa, que el destino de su vida dará un giro que quizás vuelva a encauzar su vida y no vuelva a tener que sufrir más penurias.
Un día, al levantarse de la cama, recordó que su difunto padre le
había mencionado una ciudad misteriosa en Asia, en la cual había oído hablar de un valioso narguile. Su
padre le había contado tantas veces aquella historia… Resulta, que
remontándonos a la época colonial holandesa, hubo unos exploradores flamencos que lograron encontrar las
ruinas de un importante templo Hindú. En su interior se encontraba el valioso
objeto, el cual fue descubierto durante un saqueo al gran templo de Akshardham
en Nueva Delhi.
Cuentan los oriundos que en su interior hubo multitud de objetos
valiosos, joyas preciosas, sortijas de oro, vasijas bañadas en plata… Todos
ellos fueron desvalijados, excepto un narguile:
una pipa de oro que se utilizaba en todas las celebraciones importantes de la
ciudad.
Según las leyendas de los nativos, esta pipa se utilizaba en una
ceremonia primitiva con la intención de alejar los malos espíritus. Se hacía el
primer día del año, y consistía en depositar en el recipiente todas las cosas
malas que te habían sucedido durante el año y escribir los malos pensamientos. Según
lo que recordaba de la historia de su padre, cuando todos los habitantes del
pueblo habían escrito todo, un monje quemaba los papeles con el narguile y
luego expandía el humo por el exterior
del templo. De esta forma todo el pueblo tendría un años prósperos en
las cosechas y en lo personal, y por eso quizás fuera tan valioso y podría
obtener un buen saco de billetes si lograba hallarlo y posteriormente encontrar
al coleccionista adecuado. Por lo tanto, estaba a punto de embarcarse en una
misión.
Sin pensárselo un segundo más determinó subir al primer vuelo que
le conduciría a la India, gastándose todos los ahorros que le quedaban en un
proyecto en el que se jugaba su futuro presente, sin la certeza de cómo
saldría.
Al llegar al aeropuerto de Adolfo Suarez, en Madrid Barajas, acudió
raudo y veloz al mostrador para
preguntar cuando salía el próximo vuelo desde Madrid hasta Nueva Delhi. En él
estaba una mujer que le atendió con mucha amabilidad y le dijo que hoy era su
día de suerte, y que se diese prisa porque solo quedaba un billete y el avión partiría en menos de dos horas. Juan compró el billete y sin demora fue a la
puerta de embarque.
El vuelo era a las dos de la tarde y duro once horas, llegando a su destino a las dos de la
madrugada. Pero no había calculado bien la duración del vuelo, y sin querer se topó
en una ciudad desconocida a altas horas de la madrugada.
Decidió dar un rápido vistazo a la zona y buscar un sitio donde
pasar la noche. Había llevado dinero suficiente para pasar unos días
holgadamente en la ciudad, pero lo que sucedió es que todos los hoteles y
hostales por los que pasó estaban cerrados. Así que finalmente se fue a dormir
a un parque cercano detrás de unos árboles, donde paso la noche. A la mañana
siguiente ya buscaría con más tranquilidad la forma de encontrar información
relacionada con el narguile.
Juan no pudo pegar ojo en toda la noche, debido al miedo por ser
atacado por algún ladrón o mendigo, pero enseguida se acordó que allí no había
ido de vacaciones y que tenía que encontrar lo antes posible el narguile, para
así venderlo y conseguir dinero para poder pagar sus deudas. Pero antes de
iniciar la búsqueda fue a desayunar algo en un tetería India tradicional. Pidió un té con galletas, pero le supo a chicha y limoná. Al concluir, pagó al
camarero y fue en búsqueda del templo en donde según las palabras de su padre
se encontraba lo que deseaba.
A esas horas de la mañana las calles estaban a rebosar de gente,
pensó que cualquiera de ellos le indicaría donde estaba el templo, así que paró
a un viandante y preguntó en su flojo ingles dónde estaba el templo que
buscaba. Tras consultar a varias
personas, una le indicó como había que ir, y tuvo suerte porque su destino
estaba cerca, a una distancia de un kilómetro. Le resultó fácil encontrarlo
gracias a la imagen de un Buda, lo que hizo que no tuviera pérdida. De momento
su plan iba bien, ahora vendría lo más difícil.
El templo estaba abierto las veinticuatro horas del día para sus
fieles, era muy espectacular por su grandeza
y sus impresionantes figuras de ídolos religiosos. Juan no sabía con exactitud
dónde estaba el narguile, si existía de verdad o si era un invención de su
padre, pero ya era tarde para pensar en ello. En esos momentos se encontraba en un templo Budista
de más de quinientos años de antigüedad buscando una reliquia que con un poco
de suerte igual le sacaba de la pobreza.
Hizo una visión general por el templo pero no supo dónde buscar. Había
vitrinas con objetos pero ninguno era el que buscaba, y tampoco podía ir
preguntando a la gente donde estaba y si conocían el narguile, porque llamaría
mucho la atención. Pero de repente, se acordó de que su padre solía decir que
aquellas reliquias tan valiosas solían estar en las tumbas de los monjes
Budistas más importantes. Él no conocía ninguno, pero pensó que igual estaba en
la tumba del monje budista al que estaba dedicada el templo. Recorrió los extensos pasillos en su
búsqueda, y finalmente encontró una que sin lugar a dudas podía ser, ya que era
las más grande y mejor conservada. Sin dudarlo, sacó de su bolsillo una pala
que había encontrado en unas obras que había cerca, y, aprovechando que no
había gente alrededor, empezó a abrirla. En un par de palazos fuertes consiguió
abrir la tapa del nicho, y al momento estalló de alegría: el objeto que tanto
había deseado encontrar se encontraba ante sus ojos. Sin perder tiempo extrajo su tesoro y lo
depositó en una bolsa de plástico que tenía preparada para la ocasión, y salió
de templo a la velocidad del rayo.
Pero justamente, oyó disparar
una pistola dándole el alto, se giró y se topó con un policía encañonadle y pidiéndole
que se detuviera al momento. Los monjes, al escuchar el ruido avisaron a la
policía y estos acudieron al instante. Posteriormente llevaron a Juan a la comisaría
más cercana, donde fue acusado de hurto con la consecuente condena de cadena
perpetua por extraer reliquias religiosas. Con lo cual, acabó lo que le quedaba
de vida con los huesos entre rejas, en una cárcel extranjera y sin nigua opción
de recurrir a la libertad.
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